Réplica a Maxi Nieto sobre el cálculo económico en la comunidad socialista (II)
En defensa de la refinada versión sobre el cálculo económico de Huerta de Soto
En el primero de esta serie de artículos se hizo un breve resumen sobre la posición de la Escuela Austríaca con respecto al cálculo económico en la comunidad socialista, condensada en la obra Socialismo, cálculo económico y función empresarial de Jesús Huerta de Soto. No obstante, la esperada clausura de este debate por parte de los contundentes argumentos de teóricos austríacos –entre ellos Mises, Hayek, Lavoie y Huerta de Soto– sigue sin haber tenido lugar. La obcecación de numerosos economistas en que se pueden asignar racionalmente los recursos en un sistema socialista es tal que algunos continúan abogando por la posibilidad de la realización del cálculo económico continuo por parte de un órgano director, y todo ello en ausencia de precios de mercado –aquellos que surgen como consecuencia del libre ejercicio de la función empresarial. Este último es el caso de Maxi Nieto, quien, en su artículo ¿Es imposible el cálculo económico en el socialismo? Crítica a la nueva lectura austríaca, critica a los teóricos austríacos ya mencionados, para luego postular que los argumentos condensados en la obra de Huerta de Soto no plantean un desafío al correcto funcionamiento de una economía socialista. En sus propias palabras:
La conclusión es entonces que no se necesita la función empresarial para el cálculo racional y la coordinación eficiente de una economía compleja (Nieto, 2020).
Por lo que concierne al argumento epistemológico hayekiano, basado en un conocimiento disperso entre todos los seres humanos (para más información véase el célebre artículo de Hayek El uso del conocimiento en la sociedad), Nieto concluye que:
A este respecto vimos que la posibilidad de movilizar información o conocimiento disperso es un problema superado tecnológicamente (Ibidem).
El presente artículo, por tanto, se dedicará a explicar cómo las tres objeciones que Nieto plantea a Huerta de Soto –en los epígrafes Un razonamiento circular, El problema de la información subjetiva y El problema de la coordinación social– no invalidan en ningún sentido las tesis sostenidas por este. Se tratarán los aspectos centrales de la crítica de Nieto, y no comentarios críticos que este implementa en la misma, como la apelación a la segunda línea de defensa de Hayek en el debate sobre la “solución matemática” –la cual nace fruto de un error de comprensión sobre la postura de Hayek, tal y como este explica en Two pages of fiction: The impossibility of socialist calculation– o algunos errores conceptuales sobre las posturas de tanto este autor como de Mises, entre otras concepciones incorrectas sobre actividades mercantiles y su naturaleza. Por otro lado, cabe mencionar que las conclusiones de Nieto ya citadas, al ser la reverberación de sus críticas, carecen de una solución clara a la imposibilidad del cálculo económico en el socialismo, como ahora se desarrollará.
No hay razonamiento circular alguno en la teoría de la función empresarial de Huerta de Soto
Nieto comienza su crítica resaltando que Huerta de Soto cae en un razonamiento circular al presumir que la función empresarial es necesaria para la acción humana, pues esta, según Nieto, no es más que el resultado de las circunstancias que crean propiamente el capitalismo y las sociedades mercantiles:
Así se llega a concluir que la función empresarial es necesaria para la racionalidad económica, cuando la premisa del razonamiento es que actuamos en un mundo mercantil basado en el ejercicio de la función empresarial. […] Así, toma como causa del orden mercantil lo que en realidad es su efecto […] En definitiva, los austriacos toman los rasgos de un orden social específico, como lo es el orden capitalista, como condiciones generales que definen a todo orden social complejo (Ibidem).
Sin embargo, Nieto parece olvidar que la función empresarial, tal y como explica Huerta de Soto en el capítulo II de su libro, es un elemento intrínseco de la acción humana. El descubrimiento de nueva información respecto a nuevos medios para satisfacer los fines existentes de forma constante caracteriza a la acción humana en sí misma. Cuando Huerta de Soto explica que la función empresarial es propia del capitalismo es porque el socialismo constituye la agresión más explícita al libre ejercicio de la función empresarial, instrumentalizando la coacción hacia tal o cual fin. En este sentido, solo puede ejercerse completamente la función empresarial allí donde no haya obstáculos hacia la misma, lo que es el caso de las sociedades mercantiles o capitalistas, donde los individuos son libres de adquirir los medios que consideren subjetivamente necesarios para satisfacer sus fines, pudiendo ser este el caso de la donación a una ONG o la creación de una empresa.
La postura de Huerta de Soto es la siguiente: la función empresarial se da únicamente en las sociedades capitalistas, caracterizadas por la (cuasi) ausencia de agresión hacia el libre ejercicio de la empresarialidad. Es esta ausencia de coacción la que permite la emisión tácita (pues se da en los procesos de mercado, comprando un bien y no otro, quebrando esta empresa y no otra, verbigracia) de toda esa información práctica necesaria para ejercer los juicios estimativos de los resultados de los cursos de acción.
Ahora bien, que estos tres elementos estén íntimamente relacionados no significa que Huerta de Soto caiga en un razonamiento circular. Con la debida explicación en los dos primeros capítulos (y a lo largo del libro en general), este explica cómo la función empresarial, las sociedades capitalistas y el cálculo económico son las tres piezas sobre las que orbita la vida en sociedad. No hay razonamiento circular alguno cuando el conocimiento necesario que ha de generarse de manera constante para llevar a cabo el cálculo económico requiere del ejercicio no coactivo de la función empresarial, ambiente propio de las sociedades capitalistas donde, aunque unos lo puedan considerar indeseable, la coacción hacia la propiedad privada de los distintos agentes es bastante reducida –precisamente este, y no otro, es el fundamento del capitalismo. En definitiva, Nieto no plantea objeción teórica alguna al enfoque epistemológico de la función empresarial que emplea Huerta de Soto, limitándose a resaltar un razonamiento circular que, como se ha demostrado, no es más que la conclusión a la que llega Huerta a través de un razonamiento deductivo debidamente explicado.
Toda información subjetiva sería necesaria en una economía planificada
Al referirse a ese conocimiento empresarial de tipo tácito, práctico y subjetivo que Huerta de Soto describe en su obra, Nieto distingue entre el que solo es necesario en el capitalismo y el que también sería necesario en el capitalismo:
1) la información subjetiva que remite al mismo sistema capitalista, porque se crea en la interacción basada en el intercambio mercantil entre propietarios privados de recursos que ejerciendo la función empresarial buscan aprovechar “oportunidades de ganancia” en el mercado; y 2) la información subjetiva común a todo orden económico extenso, pues siempre hay que movilizar conocimiento particular, práctico y disperso para organizar la actividad productiva: destrezas, rutinas y experiencia de los trabajadores; preferencias de consumo; planes individuales de vida (elección de estudio y profesión, valores, ocio, familia, etc.), mediante el cual cada persona establece libremente sus propios fines y los medios para alcanzarlos (trabajo, ocio, consumo, ahorro…) (Ibidem).
Cabe recalcar que, tal y como nos demuestra la teoría subjetivista austriaca, el valor (la percepción psíquica más o menos intensa sobre los fines fijados por el actor) y la utilidad son esencialmente subjetivas, sea en una economía capitalista o socialista. Esta escala valorativa del actor, además, no puede ser trasmitida explícitamente por el actor, sino que se expresa de forma tácita en la adquisición de bienes en un mercado. En el caso de una economía capitalista, este entrecruzamiento de percepciones subjetivas se daría tanto en el mercado de bienes de consumo como en el mercado de factores de producción, el cual quedaría totalmente estatalizado en una economía socialista. De esta manera, tal y como admite Nieto, el Estado también habría de recopilar la información sobre las percepciones subjetivas de los agentes sobre los bienes de consumo:
[….] en cuanto a la información del segundo tipo [preferencias de consumo, planes individuales de vida...], argumentamos que se puede movilizar de manera más flexible y rápida en una economía cibernéticamente planificada como la que permite la tecnología actual (Ibidem).
Sin embargo, la información relativa a los planes de vida individuales y las percepciones subjetivas está dispersa entre las mentes humanas y se expresa de forma tácita en el proceso de adquisición de bienes (por lo que no puede ser recopilada ex ante por un órgano director). Igualmente, estas percepciones están experimentando cambios constantes, de los cuales el órgano director no se podría percatar, incluso si las percepciones subjetivas pudieran ser trasmitidas de forma objetiva al órgano director antes de poner en marcha la producción de un determinado bien de consumo –pues habrán de hacerse con la información de aquello que la sociedad demanda para después producirlo.
Nieto procede con su crítica aludiendo a los desajustes que Huerta de Soto menciona, y cuya única solución –según este autor– es el libre ejercicio de la función empresarial para encontrar los medios pertinentes para satisfacer los fines. La réplica que Nieto plantea es la siguiente:
Pero aun admitiendo que fuese una descripción realista, solo mostraría la forma particular en que interactúan y crean información propietarios privados de recursos en el mercado. Y pretender basarse en ella para sacar conclusiones sobre un sistema donde rigen otros principios y mecanismos de coordinación (y donde la información sobre los recursos está disponible) es completamente absurdo. (Ibidem).
Los desajustes entre fines y medios requeridos son inevitables en toda sociedad por su intrínseco carácter dinámico, fundamentado en cambiantes preferencias subjetivas en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Las sociedades de mercado, lejos de ser las que causan el desajuste, constituyen el único ambiente bajo el que se puede ejercer la función empresarial para resolver el desajuste. Esto, por el contrario, no sucedería en una economía de planificación central, 1) por su incapacidad para obtener toda la información necesaria para hallar y resolver el desajuste; y 2) porque no existirían precios de mercado que pudieran trasmitir de forma retroactiva la existencia de un desajuste existente. El débil fundamento de la estructura productiva socialista, por tanto, impide la adaptación a las percepciones subjetivas dinámicas y la manifestación de los desajustes que ello conlleva, mientras que en el capitalismo estos se manifiestan y tienden a resolverse. Toda esta crítica puede ser aplicada del mismo modo al mercado de factores de producción, cuya complejidad e interconectividad es mucho más notoria que en el caso de los bienes de consumo. Sea como fuere, el problema de información provocada por la ausencia de precios de mercado prevalece en un mercado de factores de producción. Lo que suele ocurrir es que, al no ver las alternativas que serían ofrecidas en sociedades de mercado, –y por tanto sin ser conscientes del coste de oportunidad que implica la obtención de cualquier bien de capital– no se valora todo aquello que no puede ser observable, precisamente porque la coacción institucional propia de las economías socialistas lo impide.
Por añadidura, Nieto menciona mecanismos de coordinación diferentes a los de una economía capitalista, a saber, el reemplazamiento de precios de mercado por unidades de cuenta medidas en horas de trabajo y la sustitución de la producción descentralizada por una planificada. De esta manera, este afirma que toda la información estará disponible –el carácter falaz de lo cual ya ha sido probado– y que podrá haber una asignación racional de recursos. Este argumento es falaz porque 1) el valor no viene dado por las horas de trabajo socialmente necesarias para producir un bien (lo cual ya ha quedado refutado por Böhm-Bawerk en La conclusión del sistema marxiano y por Rallo en Anti-Marx); y 2) no puede haber coordinación en un sistema económico donde se socava el carácter retroactivo que tienen los precios para resolver los desajustes inherentes a las sociedades dinámicas en las que vivimos. A este respecto, en una economía capitalista, aquellos empresarios que no satisfacen las necesidades de los consumidores acaban desapareciendo en el largo plazo gracias al funcionamiento de estos precios de mercado (para más información véase El uso del conocimiento en la sociedad).
Para resolver el problema de ese conocimiento subjetivo que el propio Nieto admite que continuaría siendo necesario en una economía socialista, este acaba recurriendo a mecanismos cibernéticos que, según él, permitirían la obtención continua de esa información subjetiva –mucha de la cual no es trasmisible, pero dejemos esto de lado por un momento– de forma continua:
La automatización creciente de la producción, con la industria inteligente, tiende a reducir a cero las formas de conocimiento práctico y tácito en las empresas; y aludir a ellas contra la posibilidad del socialismo es hoy injustificado […] En resumen, la tecnología actual reduce significativamente la importancia del conocimiento subjetivo […] 1) en el capitalismo ya se centralizan la información y el conocimiento disperso, en empresas y en instituciones de todo tipo, como reconocen algunos austriacos (Hoppe, 1996); y 2) en una economía socialista no se trataría tanto de centralizar el conocimiento disperso como de movilizarlo y articularlo. (Nieto, 2020).
Para empezar, la automatización y la incorporación de más bienes de capital a los procesos productivos precisamente provocan una menor disponibilidad de conocimiento por parte del director debido a su complejidad y a su mayor cantidad, dado que la introducción de más bienes de capital a los procesos productivos genera un alargamiento de las etapas productivas. En definitiva, se trata de mucho más conocimiento, cuya naturaleza impide la trasmisión efectiva al órgano director, con una mayor complejidad.
Evidentemente, hay empresas que de forma descentralizada (no como en una economía socialista) implementan nueva tecnología y acumulan más capital, pero Huerta de Soto ya advierte de las consecuencias a largo plazo que puede tener un incremento de la concentración empresarial para la solvencia de la propia entidad. En todo caso, en el socialismo no existirían precios de mercado que repercutieran en aquellas empresas que ya no satisfacen las necesidades humanas, al contrario que en el capitalismo, donde repetidamente han ido desapareciendo empresas por los problemas que acarrea el incremento de la escala de producción, verbigracia.
Los desajustes no pueden ser resueltos en una economía planificada
Ya previamente hemos hecho referencia a la imposibilidad de hacer frente a los desajustes que continuamente se dan en sociedades empresarialmente dinámicas. En este sentido, Nieto dedica su último epígrafe a replicar el problema de coordinación social que Huerta de Soto resalta como inherente e inseparable de una economía socialista. Para ello, vuelve a emplear los argumentos de la planificación cibernética y a explicar que los desajustes son fruto del funcionamiento de la economía capitalista. Dado que ambos postulados ya han sido criticados previamente, se dedicará este último apartado a criticar un párrafo en especial, cuyo contenido no figuraba en epígrafes anteriores:
La cuestión aquí es que no existe ningún impedimento tecnológico para que una economía planificada capte esos desajustes y los resuelva rápidamente; y que tampoco existe ninguna traba formal que impida canalizar la iniciativa creadora de los individuos de manera descentralizada (Nieto, 2020).
Es preciso aclarar que se considerará científicamente desajuste a toda aquella situación en la que el actor no obtiene la cantidad de medios requeridos para alcanzar ese fin. De esta manera, se calificará de desajuste a toda aquella situación de abundancia escasez relativa o absoluta del medio buscado.
A partir de ahí surge la pregunta de cómo se van a detectar estas situaciones, pues esta escasez o abundancia sería tal en función del entorno, compuesto por diversos actores dispuestos a obtener estos medios o factores productivos para satisfacer un fin. Esta escasez o abundancia relativa se produce constantemente de forma dinámica, y su detección recae sobre los actores que, mediante la trasmisión de información provocada por la emergencia de precios de mercado, ajustan constantemente la cantidad, el precio, la producción de bienes sustitutivos y complementarios. Adicionalmente, incluso si el órgano director fuese capaz de percatarse de estas situaciones de escasez o abundancia relativas subjetivamente percibidas por el actor, el curso de acción a tomar sería de naturaleza monopolística, de manera que no se descubriría a cada momento en el espacio temporal cuál es la solución óptima a los problemas de escasez o abundancia relativas.
Conclusiones
En conclusión, la crítica planteada por Nieto no plantea ningún desafío al problema de ejecución del cálculo económico en las economías socialistas resaltado por Huerta de Soto, Hayek, Mises, Lavoie y otros muchos teóricos que fueron capaces de discernir la imposibilidad de una vida en sociedad próspera y funcional bajo un sistema de planificación central.
Las objeciones planteadas por Nieto parten de la premisa de una serie de razonamientos circulares, que ya se ha probado que no presentan ningún tipo de circularidad, sino el tipo más primario de una lógica deductiva. Por otro lado, otro de los problemas de los argumentos de Nieto es el desconocimiento de ese conocimiento subjetivo, que él presume 1) que puede ser explícitamente articulable por el órgano director; 2) que su abundancia desde una perspectiva estática y dinámica hace que, incluso si fuera completamente articulable, no podría ser obtenido por este órgano; y 3) que posee una naturaleza objetiva en lo referente a los cursos de acción a llevar a cabo con ese conocimiento obtenido.
Finalmente, el funcionamiento de los precios de mercado como coordinador espontáneo de las actividades humanas es obviado por Nieto al apelar a mecanismos de valoración (como el cálculo de valor en horas de trabajo) cuya base económica ya ha sido disuelta por las obras de Böhm-Bawerk y otros economistas. En definitiva, y ya sin el ánimo de repetir las críticas que figuran a lo largo del artículo, las críticas de Nieto evidencian una vez más la superioridad de los análisis dinámicos y subjetivistas de la Escuela Austriaca frente a ese objetivismo que no describe el entorno económico en absoluto. De nuevo, se prueba cómo la importancia de teóricos como Hayek o Mises en la tradición del pensamiento económico y, más concretamente, en el debate sobre la imposibilidad del cálculo económico en el socialismo, ha sido tal que ningún economista ha planteado ningún contraargumento serio a los argumentos austriacos, más allá de apelar a ecuaciones algebraicas de corte neoclásico que jamás podrían llegar a coordinar la vida en sociedad y el orden espontáneo.